Medusas.
Sí, aquello era lo que volaba a su alrededor; azules, transparentes
y brillando como estrellas. Sus delgados hilos sacudían el aire y la
transparente capa que rodeaba sus cabezas se movía bruscamente para
poder desplazarse. Porque no nadaban. Volaban. Era como estar en
medio del océano. Era algo... inexplicable.
—¿Qué?
—saltó Crad de repente.
Melissa
tardó en reaccionar. Se había quedado completamente maravillada
ante aquella escena tan surrealista.
—Medusas.
¡Son medusas! —exclamó, cada vez más emocionada.
Crad
rió ante la deducción de Melissa.
—No,
en absoluto. Las medusas nadan en el océano, no vuelan sobre un
prado —objetó—. Estas se parecen a las medusas... pero no son
iguales, como puedes ver.
—¡Pero
no tiene sentido! Esto es... ¡imposible! —decía. Estaba nerviosa,
pues todo aquello le resultaba más que extraño.
—Cuesta
creer, pero así es —sonrió Crad, colocándose junto a Melissa, y
alzando la cabeza hacia aquellos extraños seres—. Sólo ocurre
unas pocas noches al año. La primera vez que las vi era muy pequeño,
y desde entonces sólo las he vuelto a ver dos veces más, contando
esta. Un total de tres veces.
—Son
preciosas... —susurró Melissa.
Una
pequeña medusa le pasó justo delante, y la joven, fascinada por su
belleza y luz azulada, quiso tocarla. Pero antes de que llegara a
rozarla, Crad le agarró del brazo y lo apartó del animal con
fuerza.
—No
lo hagas —advirtió, muy serio—. Intentan seducirte con su
belleza, pero no las debes tocar
—¿Por
qué? —preguntó ella, asustada.
—Liberan
una especie de ácido como defensa. Un ácido tan fuerte que puede
llegar a derretirte la mano entera. Así que también te aconsejo que
no grites mucho, por si acaso las alteras.
El
rostro de Melissa se tornó pálido en un instante. Sus ojos se
agrandaron, y sus rodillas temblaron.
—Sácame
de aquí —pidió, urgente—. Sácame de aquí, por favor.
Crad
rió por lo bajo.
—No
pasa nada, nunca antes me han hecho nada. Solo debes mantener la
calma.
—Pero...
—Mel
—dijo Crad, cogiéndola de los hombros—. Tranquilízate y
disfruta del momento. Como ya te he dicho, muy pocas veces se dejan
ver.
Pasaron
unos segundos durante los cuales ambos se miraron el uno al otro
fijamente. Al final, Melissa cedió. Crad sonrió y se sentó en la
hierba, por lo que Melissa lo imitó, acomodándose a su vera. Los
dos se mantuvieron en silencio, observando el espectáculo con
atención. A ninguno de los dos les importó no hablarse. Por sus
mentes pasaron miles de pensamientos de todo tipo. Cada uno con sus
cavilaciones, sonreían sin darse cuenta. Una ligera brisa acarició
sus cabellos, y las medusas también se agitaron un tanto, allí
suspendidas en el aire como estaban. Por un momento, Melissa creyó
que liberarían el ácido sobre sus cabezas, pero al ver que no
pasaba nada, se tranquilizó. De repente, entre todas aquella luces
azuladas, los ojos de la joven se posaron en la esfera celeste,
identificando enseguida la constelación de la Osa Mayor. Su mente
regresó a la Tierra, su mundo natal, y varias inseguridades la
acometieron. Miró a Crad con disimulo y se pensó lo que iba a
hacer. No podía ocultarle algo de tanta importancia mucho tiempo
más, y consideró que aquel era el momento adecuado. Debía decirle
de dónde venía, debía contarle toda la verdad, se lo creyese o no.
Porque si por casualidad se enteraba en boca de otros, podría ser
mucho peor. Así que, tras tragar saliva, habló:
—Crad.
—El interpelado volvió la cabeza hacia Melissa—. Tengo que
confesarte algo.
Había
sonado extraño, pensó Melissa después de haberlo dicho. El joven
hizo una mueca de curiosidad y realizó un gesto con la cabeza para
que siguiera. Melissa se quedó en blanco, ordenando su mente. Sabía
que se lo tenía que decir, pero no sabía cómo. Suave pero sin
rodeos, detallado pero sencillo de comprender. Sin saber cómo salir,
se había encerrado ella misma en un callejón sin salida. Se maldijo
a sí misma en su interior, y como escusa de despiste, se fijó en
una pequeña cría de esas medusas-lámpara-pájaro —ese era el
nombre que había ideado para ellas— que justo pasaba entre los
rostros de ambos. Era tan bella y sencilla, tan pequeña y brillante
al mismo tiempo.
—¿Estás?
—preguntó Crad.
Melissa
volvió a la realidad, y rió nerviosamente. Miró fijamente los ojos
color avellana de Crad y sonrió. Ambos sonrieron, y en aquel
instante sintieron algo se unía entre ellos, una especie de cinta
invisible que los rodeaba a los dos, conectándolos. Comprendieron
que aquellos pocos días habían servido para establecer una nueva
amistad, y que la confianza entre ellos dos estaba a punto de ligarse
por completo.
Ninguno
de los dos contó el tiempo que estuvieron así, incluso Melissa se
había olvidado de lo que tenía que confesarle. No se sentían
incómodos ni tensos en absoluto, y aunque no lo reconocieran, a
ambos les gustó ese momento de paz. Parecía como si sus corazones
hubieran dejado de latir, y nada existía a su alrededor, ni siquiera
las medusas-lámpara-pájaro. Fue un momento que siempre recordarían,
pero que el azar quiso romper bruscamente.
El
grito de una mujer alteró a los animales que volaban, los cuales se
estremecieron un tanto más que cuando había soplado la brisa.
Algunas medusas más pequeñas y lejanas a los jóvenes soltaron un
líquido amarillento que calló sobre la hierba para luego provocar
un susurro escalofriante.
Melissa
y Crad, alertados, volvieron la mirada hacia el lugar de origen del
sonido. Ninguno habló, pero ambos se levantaron a la vez, y
esquivando a los animales brillantes como pudieron, llegaron a su
destino, descubriendo allí una salvaje escena.
* * *
El
guerrero tenía su lámpara de aceite encendida junto a los papeles
sobre los que escribía. Aunque la noche ya era cerrada, él seguía
trabajando. Su pluma no cesaba de moverse ni su cabeza de pensar. Se
pasaba la mano por la frente, echando hacia atrás su cabello rubio
platino. Estaba tan concentrado, que tuvieron que llamar tres veces a
la puerta de su habitación —con sus respectivas pausas— para que
él lo oyese. Rápidamente, escondió los papeles en un cajón y
cogió su espada para escondérsela a su espalda, por si acaso. Abrió
la puerta con inseguridad y muy lentamente, con un solo ojo por la
rendija que iba agrandándose poco a poco. Al principio no vio nada.
Todo estaba oscuro a excepción de la línea de luz que él creaba
abriendo la puerta. Pero en cuanto la línea de luz alcanzó una
sombra que no se desvanecía, descubrió que allí había alguien con
ropa negra. En lugar de inquietarse, como cualquier otro hubiera
hecho, se tranquilizó. Conocía a poca gente que llevara capas
negras de terciopelo. Resoplando, dejó la espada a un lado.
—Es
muy tarde para que estés aquí —opinó en voz baja.
—Es
importante, Bowar. ¿Puedes dejarme pasar? No me siento segura
hablando en el pasillo de un hostal —contestó ella.
Bowar
asintió y abrió la puerta del todo para que pudiera pasar. Su capa
negra de terciopelo susurró al caminar. La puerta se cerró y los
dos se quedaron solos en la habitación, sin peligro a que alguien
los escuchara, mientras hablasen en voz baja.
—¿Cómo
de importante es para que irrumpas a altas horas de la noche en mi
propia habitación? —preguntó el guerrero, con una sonrisa amable
en el rostro.
La
persona que había entrado se tiró la capucha hacia atrás. Sus
puntiagudas orejas quedaron al descubierto, permitiendo identificar
la especie a la que pertenecía. Las líneas doradas de sus ojos
marrones brillaron con más fuerza que un día normal a causa de la
llama de la lámpara de aceite. Su cabello pelirrojo y ligeramente
ondulado estaba oculto casi en su totalidad bajo la capa, pues era
demasiado largo y llamativo para tenerlo al descubierto.
—Es
muy importante —puntualizó Senlya—. Sabes que si no lo fuera no
te hubiera molestado en la noche del nombramiento de tu hermano,
aunque tampoco creo que estuvieras durmiendo mucho —añadió,
mirando de reojo hacia el cajón mal cerrado del escritorio donde
reposaba la lámpara de aceite a medio consumir—. El caso es que
acaba de llegarme un mensaje de uno de mis espías.
Dicho
esto, sacó de debajo de la capa negra su mano derecha, la cual tenía
cogido un pergamino enrollado. No se lo tendió a Bowar, ni este se
lo pidió. Era una de las cortesías entre vasallos importantes el no
pedir que muestre el mensaje de los espías del otro vasallo, a no
ser que este segundo se lo enseñara por él mismo.
—Se
ha visto a la joven de ojos azules —resumió la elfa.
Bowar
suspiró.
—Senlya,
yo no puedo hacer nada con eso. Nuestro señor me dio órdenes contra
La Séptima Estrella. La chica es cosa tuya.
—No,
Bowar, a ti también te incumbe. —El guerrero se quedó extrañado
y esperó a que ella aclarara algo más—. La chica tenía compañía.
Estaba con el joven sublíder de la Séptima Estrella, el mismo espía
lo escribió en el mensaje que me envió. ¿Comprendes la situación?
Él se
quedó unos segundos ordenando lo que la elfa le decía.
—¿La
Séptima Estrella está buscando a los Enviados? —concluyó.
Senlya
bufó.
—No
está seguro, aunque podría ser. Pero no me refiero a eso. Piensa:
tú vas detrás de la Séptima Estrella, y yo de la chica esa. Se nos
ha presentado una oportunidad brillante para embestirlos a los dos a
la vez.
—Ya
entiendo qué quieres decirme —saltó Bowar—. Podemos unirnos e
ir a por ellos todos juntos, cada uno con su asunto, pero ayudando al
otro.
—Exacto
—asintió Senlya.
—Pero
hay otro problema —indicó el guerrero—. Para cuando lleguemos a
ellos, es posible que se hayan enterado por fuentes. La Séptima
Estrella ha estado escapando de nosotros hace años, Senlya.
—¿Acaso
te he dicho la distancia a la que se encuentran de nosotros?
—preguntó la elfa, sonriendo maliciosamente.
Bowar
negó con la cabeza, curioso.
—Están
tras la arboleda que rodea Rihem, al otro lado del río Shanti.
Además, aunque no sabemos cuáles pueden ser los poderes de la joven
de ojos azules, no creo que haga falta un gran ejército. Con unos
cuantos hombres de cada uno podremos hacerles frente. Unos pocos más
si consideramos el hecho de que es posible que no estén solos, y
algún otro miembro de la Séptima Estrella esté cerca, por si acaso
atacamos. Debemos ser cautelosos en ese aspecto y rápidos en el de
la Enviada. Por mucho que nuestro señor lo niegue, siente cierta
inquietud con la profecía que comunicaron las sacerdotisas del
Templo de Kayeh, y aún se desconoce el poder que tienen ese tipo de
personas y si es cierto o no que poseen alguno.
—Entonces
está decidido. Cuanto antes mejor.
—Mañana,
ahora todos duermen, y es mejor que los hombres descansen bien para
asegurarnos un buen resultado.
Cerraron
el acuerdo en menos de un minuto, hablando los dos tan rápido como
sabían, pero entendiéndose entre ellos. Luego, con una sonrisa,
Senlya se dispuso a marchar. Bowar la acompañó hasta la puerta, se
la abrió y la dejó pasar.
—Buenas
noches —le dijo el guerrero.
La
elfa lo miró fijamente, sus rostros a unos escasos centímetros de
distancia.
—Buenas
noches —correspondió.
El
momento se volvió tenso, y por un momento pareció que algo
ocurriría. Pero Senlya le dio la espalda bruscamente y corrió a su
propia habitación, dejando atrás a Bowar, quien cerró la puerta
enseguida y se puso a cavilar unos segundos apoyado en ella. Apretó
los puños y resopló. No sabía qué le pasaba. No, realmente sí lo
sabía, pero no quería admitirlo.
* * *
—Por
favor, piedad —imploraba la mujer, arrodillada en el suelo—. No
he hecho nada malo.
—Se
equivoca, mujer —vociferaba uno de los dos guerreros—. Ha
incumplido la nueva ley que impuso nuestro señor.
—No
sé nada sobre esa ley, se lo ruego —lloriqueaba, posando las manos
sobre su barriga.
—La
ley del toque de queda —añadió el segundo guerrero—. A la
salida de la primera estrella, nadie debe haber fuera de sus hogares
—citó.
—Pero
honorables hombres, decidme cómo puedo entrar en mi hogar si me lo
quitaron por no poder pagar los impuestos —dijo, con el rostro
pálido de terror.
—La
ley no tiene excepciones —sentenció el primero.
—¡Eso
es completamente injusto! —chilló la mujer.
Se
había dejado llevar por los nervios, y comprendió que acababa de
asegurar su muerte. Contradecir a los guerreros de Gouverón estaba
castigado con la misma, y sabía que ya nada podía salvarla. Pero no
era su propia vida lo que lamentaba perder, si no la de una segunda
persona que aún no había visto la bonita pero encerrada luz de
aquel mundo.
—No
creo que entiendas lo que acabas de decir —gruñó el segundo
guerrero—. Ya puedes despedirte de...
—¡No,
por favor! ¡Esperen siete meses, cuando nazca el niño! ¡Esperen a
que pueda conseguirle un hogar de acogida! ¡Luego pueden matarme,
torturarme, todo lo que quieran! Pero por favor, no condenen a mi
bebé, que no tiene la culpa de nada. ¡Sean ustedes hombres!
—¿Cómo
se atreve, pordiosera, a mandarnos órdenes a nosotros? ¡No tiene
ningún derecho a hacerlo! —gritó el primero.
La
mujer vio la espada alzarse ante ella. Lloró y gritó, con la sangre
envenenada de la impotencia que sentía. Su vida colgaba de un hilo,
y ella lo sabía. Pero la vida que realmente le importaba era la del
bebé que portaba en su vientre. Este era lo único que le quedaba
tras la muerte de su marido, el padre del niño. Querría haber
empezado una nueva vida junto a él, buscar alguna salida y un
trabajo donde poder ganar algo de dinero. Esperaba poder salir de
aquella situación de pobreza y miseria. Pero ya nada importaba. Solo
había una cosa en la que creía: la esperanza de que muchas personas
en una situación similar pudieran salir de ella con éxito. Que a
nadie más le ocurriese lo mismo que a ella. Que aún quedase gente
feliz.
El
guerrero citó unas palabras que solían hacerse antes de matar a
alguien, tanto públicamente como en privado. Palabras que hacían
honor a Gouverón y su gobierno. Palabras que permitieron un tiempo a
la mujer para pensar qué hacer a continuación. Un acto de valor que
no le importó llevar a cabo, dado que su supervivencia ya no tenía
esperanzas. Con lágrimas saliendo de sus ojos, comenzó a cantar:
—Estemreno
unevi forseme, forseme. Nenpe se ponte debrimeno. Lutesino bani
temite, nenpe frenino. De porte unevi ponte debrimese, u ranca nos
trenses, cerneno de inseti. De Septi Stel forseme eti ret nos. De
inseti nine ponteno guernese. Cerneno se decargue, forseme ret de par
si ran. Nine intinenos surt sei fornenu.
*(Traducción: Estaremos unidos siempre, siempre. Ellos nunca podrán derribarnos. Lucharemos hasta el final, nunca nos rendiremos. El pueblo unido podrá derivarlos, y alzando nuestras almas, conseguiremos la libertad. La Séptima Estrella siempre estará con nosotros. La libertad no se nos podrá arrebatar. Conseguiremos que decaigan, siempre con la cabeza bien alta. No nos inclinaremos hacia él jamás.)
—Maldición
—musitó el segundo guerrero, quien observaba la escena desde
atrás—. El canto de los rebeldes.
—...
y por él, tu muerte debe ser inmediata —terminó el primer
guerrero, el cual había escuchado todas las palabras de la mujer
aunque él estuviera hablando también.
La
espada se clavó en el corazón de la chica.
—Nine...
intinenos... surt sei... fornenu. —Repitió la última frase de
la canción entre gárgaras de sangre, sintiendo cómo su vida se
escapaba.
El
guerrero sacó la hoja del cuerpo de la mujer, viendo cómo esta caía
al suelo con las piernas dobladas de tal forma que, de haber estado
viva todavía, habría sentido mucho dolor.
—Estúpida
mujer —escupió el que la había matado.
Su
compañero se rió, y luego rieron los dos, a unísono. Sus
carcajadas sonaban escalofriantes en la noche, junto al cuerpo
fallecido de la mujer embarazada. Eran unas carcajadas que pretendían
esconder el nerviosismo que experimentaban a causa de la canción que
habían oído. El guerrero se guardó la espada ensangrentada en su
funda y miró al otro, riéndose. De repente, dejó de reír, sus
ojos y boca se agrandaron. Todo su rostro se volvió pálido en un
solo instante, y seguidamente cayó al suelo, muerto. Su compañero
pudo ver entonces que detrás de él había un chico joven de cabello
castaño y rizado y mirada llena de odio, con una espada en la mano
manchada de sangre. Unos metros más atrás, había una chica con
cara de sorpresa y las dos manos cubriendo su boca. No le dio tiempo
a fijarse en mucho más, porque en dos saltos, el joven que había
matado a su compañero, se acercó a él y le atravesó la garganta
con su espada. Cayó al suelo y allí murió.
Crad
lo miró con rabia, y luego desvió sus ojos hacia la mujer
embarazada.
—No
he podido llegar a tiempo —susurró.
Melissa
observó la escena, aún sin terminar de creérselo. Crad había
acabado con los dos guerreros en apenas un pestañeo. Cuando Crad y
ella habían llegado allí, la mujer estaba cantando algo que no
comprendió, pero que Crad sí, porque se puso tenso y apretó los
puños. Luego, cuando la mujer había muerto ya, aún se puso más
nervioso, y pudo observar que no era el mismo que antes. Desprendía
oscuridad en lugar de paz. Rabia en lugar de tranquilidad. No había
podido detenerle cuando se lanzó contra el guerrero, y desde su
sitio observó cómo mataba con aquella misma rabia y oscuridad que
lo había envuelto antes. Y sintió miedo. Miedo de Crad, de su
transformación. No era él en absoluto, por ello vaciló antes de
acercarse muy lentamente.
—¿Crad?
—se atrevió a decir. Le salió una voz temblorosa y asustada.
—No
he podido llegar a tiempo —repitió él—. Otra vez...
El
joven estaba de perfil, mirando fijamente a la mujer muerta y
sujetando con tanta fuerza el mango de su espada, que el brazo entero
le temblaba. Estaba rígido como una estatua y serio como nunca antes
lo había estado. Todos sus músculos estaban tensos, y una gruesa
vena se le marcaba en el cuello.
—¿De
qué hablas? —murmuró Melissa, preocupada y caminando cada vez más
lentamente.
—No
he podido salvarla ni a ella —dijo, sin despegar los ojos del
cuerpo inerte—. No puedo salvar a nadie. —De repente, soltó su
espada, cayó de rodillas al suelo y se encogió sobre sí mismo,
ocultando su rostro—. ¡No puedo hacer nada a tiempo! —gritó.
—¡Crad!
—chilló Melissa, corriendo hacia su compañero.
Se
tiró de rodillas a su lado y pasó la mano por sus hombros, a modo
de consuelo.
—¡¿Qué
te ocurre?! —preguntó, nerviosa.
—¡Déjame,
vete! —bramó él—. ¡Si te quedas más conmigo vas a terminar
muerta! ¡Todos terminan igual!
—¡¿Pero
qué tonterías estás diciendo?! —chilló Melissa—. ¡Eso no es
cierto!
—¡Sí
que lo es, maldita sea! ¡Tú no sabes nada!
Golpeó
el suelo con sus puños y se aferró la hierba con fuerza.
—¡Eres
idiota, Crad! ¡No puedes decir tantas tonterías, no es cierto nada
de lo que dices! A mí me salvaste aquel día, ¿o ya no lo
recuerdas? ¿Y qué hay de Elybel? Me dijisteis que habéis estado
juntos desde pequeños, y no está muerta. ¡No digas más cosas como
esas!
—¡Pero
Chiara sí murió! ¡Y mi madre, y mi padre! ¡Todos por mi culpa,
porque no pude llegar a tiempo!
Melissa
se quedó sin habla, analizando lo que Crad acababa de gritar.
—¿Chiara?
¿Tus padres? —preguntó, confusa.
—¡Podría
haber estado a su lado, joder! —bramó—. ¡Podría haberme
despedido como era debido, podría haberles dicho que los quería!
¡Fui un estúpido infantil!
Cuando
Crad gimió, Melissa comprendió que estaba llorando, y se
sorprendió. No lograba comprender del todo lo que quería decir, y
por eso no sabía qué contestar. Así que optó por serle sincera.
—Mira,
yo no acabo de entender a qué te refieres, pero... —No sabía cómo
terminar la frase. Se sentía impotente al no saber cómo
consolarlo—. No te obligo a que me cuentes nada si no quieres, pero
si al menos comprendiera...
—Aquella
tarde me escapé de casa —interrumpió Crad de repente—. Me
escapé de casa porque mis padres no me dejaban salir, diciendo que
podría ser peligroso. Yo todavía no entendía el porqué, y ellos
tampoco me lo querían explicar para que no me entrara el pánico
supongo. Pero yo no les hice caso, y me fui, huí. Me encontré con
Chiara, que intentó retenerme, pero yo la tiré al suelo, gritándole
de todo, y seguí corriendo, dejándola atrás. Cuando cayó la noche
comenzó a hacer frío, mucho frío. Lamenté haber desobedecido, y
quise volver. Pero a medio camino me encontré con Cede, mi
hermanita. —Tragó saliva antes de continuar—. Apenas tenía tres
años, y corría a trompicones. Al verme, comenzó a llorar y a
gritar mi nombre. Se abalanzó sobre mí, llorando y diciendo cosas
que no lograba entender. Yo la consolé, le dije que no pasaba nada,
que ya volvía a casa. Pero ella... —Se le quebró la voz y tardó
en volver a hablar—. Ella me dijo que no era por eso. Que Chiara
había ido a nuestra casa preocupada porque me había visto salir
corriendo, y que luego habían entrado unos hombres, reteniendo a mis
padres y a ella. Cede había salido de casa en mi busca, y lo observó
todo desde fuera. Por eso luego fue a buscarme. Yo entonces vi una
gran chimenea de humo en el cielo, y comprendí. Cogí a Cede en
brazos y corrí hacia nuestra casa. En efecto, estaba en llamas, y
unos hombres huían de allí montados en sus caballos. —Se
incorporó un poco y clavó las uñas en la tierra del suelo—. Se
oían gritos desde la casa, gritos de horror. De mi padre, de mi
madre y de Chiara. Lo último que yo les había dicho a mis padres
era que los odiaba. Lo último que le había hecho a Chiara había
sido tirarla al suelo, gritándole. Me sentí la peor mierda del
mundo.
Calló
unos segundos. Sus lágrimas caían sobre la tierra, creando círculos
que se amontonaban formando una mancha mayor. Melissa lo miró,
conmovida por su historia. Tenía un nudo en la garganta, y sentía
que al final ella también terminaría llorando.
—Dejé
a Cede escondida entre unos matorrales. Me tiré al riachuelo que
había allí cerca y entré en la casa empapado para ver si podía
salvarlos. Pero aquellos miserables los habían atado y no había
forma de que pudieran moverse. Además ya no gritaban. Ya no
hablaban. Ya no se movían. Solo quedaban sus cuerpos calcinados.
Nada más. —Lanzó un sollozo que encogió aún más el corazón de
Melissa—. Comprendí que no había nada que poder hacer. Ya era
demasiado tarde. Lo único que pude salvar fue la pinza azul que
cogiste tú. Era la pinza de Chiara, la única amiga que tenía. Los
dos éramos muy parecidos en carácter, y habíamos congeniado desde
el primer día. —De repente alzó los ojos hacia Melissa y la miró
fijamente. La joven observó sus ojos enrojecidos y las lágrimas que
resbalaban por sus mejillas—. Tú te pareces muchísimo en físico
a Chiara. Ella también tenía los ojos azules. También era cabezona
y muchas veces borde. Pero yo... yo la quería.
Melissa
no pudo soportar más aquel rostro de tristeza en Crad. Se lanzó
hacia él y lo abrazó, con la intención de consolarle. Él le
devolvió el abrazo, y ambos se quedaron en silencio. La joven
permitió que Crad llorara en su hombro. No le importó que se lo
empapara y que comenzara a sentir frío en esa zona. No sabía qué
más hacer, qué decirle. Se sentía mal por haber cogido la pinza de
Chiara cuando aún no sabía a quién pertenecía. Sentía pena por
Crad, por lo que había tenido que vivir.
—Me
prometí a mí mismo —dijo él de repente— que lograría terminar
con todos los guerreros de Gouverón. Cuando se formó la Séptima
Estrella, enseguida me esforcé por formar parte de ella. No solo por
Chiara y mis padres, si no por todos aquellos que han sufrido por su
culpa. Como esta mujer...
—Me
parece un acto muy noble por tu parte —saltó Melissa—. Tuviste
que madurar muy temprano y mostraste un gran valor. Estoy segura de
que todo saldrá bien gracias a personas como tú. Yo confío
plenamente en ti, y sé que lograrás tu propósito.
Crad
la abrazó más fuerte aún.
—Eso
mismo me dijo una vez Chiara —murmuró.
A
Melissa se le volvió a encoger el corazón. Queriendo consolarlo,
había hurgado más en la herida. De repente se dio cuenta de algo.
Reconoció el nombre de Chiara. Chiara era un nombre italiano que
había leído en contadas ocasiones en algunos libros de la
biblioteca de su orfanato. Y hacía pocos días había conocido a un
italiano en Anielle, Anthony, quien le había confesado que perdió a
su hija en el incendio de la casa de un amigo suyo. De repente, todo
pareció encajar en su mente.
—Chiara...
es... —susurró inconscientemente.
—Chiara
era la hija de Anthony y Guedy —afirmó Crad.
Se
hizo un pesado silencio entre ellos dos. Los ojos de Melissa se
agrandaron por la sorpresa, y aún más conmovida, lo abrazó más
fuerte. Comprendió de pronto lo duro que había tenido que ser para
él estar en la casa de los padres de Chiara. Supo entonces el
significado de las extrañas miradas que se lanzaban Crad y Anthony.
—Lo
siento —musitó débilmente.
Ambos
se quedaron abrazados un buen rato, sin decir nada, junto a las
medusas que volaban unos metros más allá, y en medio de los tres
cuerpos muertos. Ninguno supo con exactitud cuánto tiempo estuvieron
allí.
Chiara es Melissa e_e
ResponderEliminarEstoy convencida. Por eso está en un orfanato, porque sus padres son Anthony y Guedy, por eso se parece tanto a ella en físico y carácter.
Me gustó el capítulo*-* (si quitamos el HORRIBLE hecho de que no salen NI KOREN, NI SYNA, NI GABRIELLE, NI EL MENDIGO LIKE A BOSS así que me cago en todo ok) aunque las medusas me dieron grimita D: es que son unos animales que uuuggh, me dan miedo y asquito XDD Si fuera yo ya habria montando un escándalo y estaría muerta, LOL
BOWAR Y SENLYA <3333333333333333333333
Sí, joder, sí, sí,sí. Me encanta esa pareja. Van al carro de mi tercera pareja favorita, después del gran Korielle y de Syna+Chico de ojos oscuros/Crad/Mendigo que es joven XDDDDD (Tienes donde elegir, no lo estropees, dearie)
Hay tantas parejas paralelas aww *-* Bowar y Koren son más parecidos de lo que parece. Los dos se sienten atraídos por quien no deberían...awwwwwwwwwww <3 PERO COMO ES POSIBLE QUE EN TODO EL CAPITULO SOLO SE MENCIONE A KOREN COMO "tu hermano" Y YA. Y YA. INDIGNANTE, POR DIOS, INDIGNANTE. QUE ME ENERRRRRRRRRRVO.
Por cierto, con esto de que es otro mundo y es medio medieval y esas cosas...como consejo, al menos que lo hagas totalmente a propósito, es que a mí me sonó muy raro encontrarme 'joder', 'me sentí como una mierda', 'borde', etc. Son expresiones como muy actuales, si querías que quedara así perfecto, es solo que a mí con el entorno de guerreros y embarazadas muriendo y esa cosas no me sonó muy normal XDDDD
DJNGKJSDNGJKDFNKGDNF Me gustan Melissa y Crad como amigos ;A; AMIGOS. Es que parece que en ninguna historia si la chica pasa bastante tiempo con un chico tienen que ser pareja o lío amoroso o algo y nope, a mí estos dos los veo de coleguitas *-* Me imagino a Melissa advirtiendo a Crad que tienen que conocer a su novia la primera y al final se llevaría muy bien con ella y acabarían diciendo las cosas malas de Crad por lo bajinis y siendo como complices*-* y tendrían citas dobles con el novio de Melissa y sería muy cool todo, con corzos bailando y esas cosas normales <3
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡QUIERO KORIELLE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Dos capítulos sin Korielle. N-necesito..un...d-doctor...*asfixiandose*
Es tan maravilloso que Ely-chan haya sido mencionada :'D fui feliz, fui feliz.
Dios, me parecieron tan incompetentes los soldados jJJAAJAJJAJAJAJAJAJ No sé, fueron como ridículos LOL, si van a matarla y van de malotes, al menos con un poco de dignidad hombre, vergüenza le dais a Senlya¬¬ y al final lo remataron riendose a la vez a lo: ¡¡MUAHAHAHHAHAHAHAHAH!! Y yo: ¿En serio? XDDDD
JAJAJAJAJJAJAJAJAJA Sabía que diríais que Chiara es Melissa xDD De momento no diré spoilers e_e
EliminarMe alegro de que te haya gustado el capítulo a pesar de que no salen ninguno de los que has nombrado xDDD (Hay tiempo para toooodo). A mí me encantan las medusas *_____* Esta escena la tenía pensada de hacía tiempo, pero no sabía qué hacer que volara (al principio iban a ser luciérnagas). Pero una persona me contó que había estado nadando con medusas en la playa de su ciudad, unas medusas que no picaban. Y me fascinó tanto que dije: VOY A PONER ALGO ASÍ *-*
Recuerdo cuando Senlya te caía mal :')
JAAAAJAJAJJAJAJJAJAJJAJJAJAJJAJA RELAX MADAFAKAS, YA SALDRÁ KOREN A SU DEBIDO TIEMPO D:
Sobre las expresiones "modernas", sí, a mí también me sonaban raras mientras las escribía. Pero no quiero decir nada respecto a ellas. Investigaré un poco más (misterio e_e) y luego ya miraré si lo cambio o no. Tampoco quiero decir nada respecto a tu visión de "mundo medio medieval", porque eso aún queda por ver más adelante xD Pero don't worry, comprendo que se te hiciera raro ^-^
JAAAAAAAAAJAJAJJAJAJJAJAJJAJAJJAJA TU VISIÓN DEL FUTURO SOBRE MEL, CRAD Y SUS RESPECTIVAS PAREJAS ES MUY LOL XDDDDDDDD Corzos bailando, ahí me has matao xDDDDDDDD
DD: Tendrás Korielle pronto, don't worry <3 :')
JAJAJAJAJJAJAJJAJAJAJJAJAJJAJAJAJAJJAJAJAJJAJAJAJAJA sí, la misión era hacer que los soldados parecieran algo ridículos xDDD
Ya leí el mensaje privado con el resto de tu comentario, el de las parejas chupi guays xDDDDD Dios mío, cómo me reí xDDD ¿Pero sabes que está repetido no? A lo mejor por eso no te dejaba ponerlo, porque seguía siendo largo (?).
Besooos guisante! :D <3
dios esta claro !!! Chiara es Melisa lo es lo es...apuesto lo que sea xD me ha encantado el capitulo !!!!! todo el rato crad y melisa que bonito !!!!!!!!!!! si esq son tan monos y poco a poco se van enamorando que cukis ajajjaajajajaj
ResponderEliminarpobre mujer :( pero la escena a estado genial la cancion me ha encantado todo tan emotivo.....
menos mal que no has tardado en subir este capitulo espero que con el siguiente pase igual jajaa me he quedado con ganas de mas
sube !!!
un beso :)
Again Chiara-Melissa xDD Oh, pues no sé, maybe e_e
EliminarMe alegro de que te haya encantadoo *___*
Ow, ¿de verdad te ha emocionado la canción? :') thanks! Y sí, yo también espero que tampoco tarde tanto en subir el siguiente capítulo (empezado está, ahora, cuándo lo terminaré, no lo sé, porque tengo que estudiar para exámenes u_u).
¡Lo haré! :''D
¡Besos!<3