Miembros de la Séptima Estrella

lunes, 19 de diciembre de 2011

[L1] Capítulo 1: Perseguida




«¿Qué... demonios...?».
Veía doble. Nada de su alrededor tenía sentido alguno. Cuando al fin logró enfocar la vista, se le aclaró la mente. Y recordó. Volvió la cabeza rápidamente esperando encontrarse con Cinzia.
Pero había desaparecido.
Frunció el ceño, extrañada. ¿Cinzia había dejado que se fuera? ¿O es que acaso la había creído muerta? No, imposible. Ni había atisbo de bondad en ella, ni era tan estúpida. Tenía que haber algo más. Lanzó un gemido inesperado y dirigió su mirada hacia el foco del dolor. Gracias a su famosa torpeza, se había golpeado la mano izquierda contra una de las raíces del árbol. La alzó lentamente y reprimió las ganas de gritar. Seguramente se la habría roto.
Y entonces se percató de algo que antes le había pasado desapercibido. Miró a su alrededor, extrañada.
«¿Dónde estoy?», se preguntó, viendo aumentada su confusión.
Árboles, arbustos, flores, piedras... todo había cambiado de posición. Por no hablar de las formas que éstos poseían. Melissa no estaba segura de si todo aquello se debía a un efecto producido por un golpe en la cabeza o era real.
Se levantó, mas que nada para no sentirse débil tirada en el suelo. Y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que el ambiente ya no era otoñal, si no más bien primaveral. El calor había ascendido notablemente, y ya no había viento ni olor a tierra mojada. Todo, absolutamente todo, era distinto a la última vez que lo había visto, antes de tropezar con la raíz de aquel árbol. Y aquello provocó que se pensara varias veces si había viajado en el tiempo o no.
Se palpó su colgante —una piedra de color celeste envuelta en una espiral plateada— con nerviosismo. Cuando las cosas se torcían o no sabía muy bien qué hacer en situaciones extrañas, frotaba su piedra y se sentía mejor. Por eso siempre la llevaba colgando de su cuello. Por eso y porque era lo único que podría darle una pista de dónde procedía, dado que, cuando la llevaron al orfanato, ya lo llevaba.
Al fin, se decidió a caminar. No haría nada allí quieta. Avanzó hacia adelante, echando una ojeada a cualquier cosa extraña que se encontrara —por lo que no cesaba de mover los ojos hacia todos los lados—. Descubrió que había un tipo de arbusto muy frecuente, al igual que extraño, pues sus hojas no tenían un patrón fijo en lo referido a forma. Cada una era diferente a la anterior. Corazones, perros, zanahorias... Se podía encontrar cualquier silueta en cada hoja, como si fueran nubes.
De repente, Melissa vislumbró algo contrastado a lo que había visto hasta entonces. Forzó la vista y trotó hasta una rama que obstaculizaba su campo visual. La apartó cuidadosamente con la mano derecha, pues la otra aún le dolía. Entonces lanzó una exclamación de asombro y corrió hasta el lugar que tanto le había llamado la atención.
Al llegar a su destino, respiró hondo y saboreó el ambiente con satisfacción. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sonido de la cascada. No supo cuánto tiempo pasó así, pero cuando los volvió a abrir, empezó a avanzar hacia aquel diminuto lago de aguas cristalinas. Se arrodilló a su vera y observó el reflejo de su rostro en la superficie. Rió débilmente y se quitó una hoja del pelo. Posiblemente la llevaba allí desde la caída. La dejó caer en el agua y observó cómo se iba moviendo tímidamente.
De repente, un punto naranja salió a la superficie. Al principio, Melissa se asustó, pero luego descubrió que sólo se trataba de un pez anaranjado de enormes ojos verdes que la miraba con ojos curiosos. Le sonrió y saludó tímidamente con la mano. Oh, vaya, estaba saludando a un pez. Genial, su locura iba en aumento.
Le extrañó el comportamiento del pez. Normalmente los peces sólo asoman la cabeza en las películas de dibujos animados. Pero aquel la miraba como si viera a una persona por primera vez... y en lugar de temerle, la respetara. Entonces, el pececillo empezó a agitarse nerviosamente y a emitir un extraño sonido parecido al de un silbato, solo que unos tonos menores.
¿Qué ocurre? —preguntó Melissa. Lanzó una maldición por lo bajo al darse cuenta que le había vuelto a hablar a un pez.
Oyó algo a su espalda, y se levantó instantáneamente, alertando todos sus sentidos.
¿Quién anda ahí? —preguntó en voz alta. Luego se arrepintió. ¿Y si eran sus cuidadoras?
Un objeto alargado salió de súbito de uno de los árboles y pasó casi rozando el pelo de Melissa, a quien le costó reaccionar y asimilar que aquello que casi le atraviesa la cara entera era una flecha. Una flecha de punta afilada.
Una figura masculina con resistente armadura saltó del árbol y empezó a avanzar hacia ella, apuntándola con el arco y pronunciando palabras que a Melissa le sonaron marciano.
Yo... No entender... —intentó explicar Melissa—. Yo... ¡Inocente, inocente!
Y justo cuando vio que aquel hombre se disponía a lanzarle una flecha de nuevo, empezó a correr. Logró oír el silbido que produjo la velocidad de aquel objeto punzante e intentó no imaginarse que ella podría estar herida en ese mismo instante.
Se metió entre los árboles y empezó a saltar como nunca. El corazón le latía alocadamente dentro del pecho, y tenía la sensación de que se le saldría en cualquier momento, atravesando huesos, músculos y todo lo que se le pusiera por delante. Pero sólo debía pensar en correr. Aunque apenas unos minutos antes había corrido para huir de lo que había sido su hogar, la situación cambiaba drásticamente a correr delante de un asesino. Zigzageó, jugando con el terreno, intentando despistar al psicópata que iba lanzando flechas a diestro y siniestro.
Una idea fugaz se le pasó por la cabeza. Sabía que, dadas sus condiciones físicas y su torpeza infalible, aquello podía ser un suicidio, pero ya que había dejado al asesino bastante aturdido y las flechas ya no le pasaban tan cerca, tenía que aprovechar la oportunidad.
Con una destreza propia de un escalador profesional —que dejó bastante sorprendida a Melissa— saltó y se aferró a la rama de un árbol, para luego impulsarse hacia arriba —raspándose la cara y las manos con las hojas y las ramitas— y ocultarse entre el follaje. Se apoyó con cuidado sobre la rama más gruesa que encontró y esperó, procurando no hacer ruido.
Enseguida llegó el hombre. Corría como un poseso, pero de repente se detuvo y empezó a olisquear el aire. Mientras tanto, Melissa estaba sobre él, temblando y sudando como un cerdo. Temía que pudiera escuchar sus propios latidos. Se mordió el labio inferior y posó la palma de su mano izquierda sobre la piedra celeste con cuidado, mientras apoyaba su peso con la derecha.  No se desequilibró en absoluto, de echo, no tenía otro remedio. El dolor de la caída aún seguía presente en su mano izquierda. Lo que sí provocó que casi se cayera fue el susto que se llevó cuando un ser diminuto apareció ante ella. Se puso rígida y cerró los ojos, esperando la muerte y que aquel ser hubiera sido su propia imaginación, quizás al igual que todo lo demás.
Pero nada sucedió.
Entreabrió el ojo derecho y descubrió que no solo había un ser diminuto. Había varios. Y enseguida los reconoció.
«Hadas».
Seis hadas. Todas parecidas. Alas marrones y doradas, como si de hojas otoñales se trataran. Un vestido posiblemente hecho de hojas también. Cabellos pelirrojos o castaños, orejas puntiagudas y mofletes rosados. Y le sonreían. Sí, le sonreían.



La más imponente de todas, un hada de pelo pelirrojo en bucles, se acercó demasiado a ella y la miró sonriente. Melissa se apartó frunciendo el ceño. Aquello era muy extraño. Las demás hadas rieron, pero los oídos de la joven no captaron el sonido. Entonces, aquella que se había acercado señaló al hombre, que aún seguía bajo el árbol. Melissa siguió la dirección de su dedo y volvió a fruncir el ceño. Acto seguido, negó con la cabeza y volvió a mirar a las hadas, esta vez con cara de preocupación. Estas se miraron entre ellas y asintieron. Cinco descendieron del árbol y se posaron sobre la cabeza del hombre. La que parecía la líder —que era la misma que se había acercado a Melissa— arrancó una baya morada del árbol sobre el que estaban y se reunió con sus compañeras. Melissa observaba el proceso con curiosidad.
Todo fue muy rápido.
Entre cinco hicieron que la cabeza del hombre se alzara hacia el cielo y abriera la boca. La sexta soltó la pequeña baya morada, acertando en el interior de su boca. El hombretón dejó de dar miedo, y empezó a gritar y a intentar escupir la baya. Pero ya era demasiado tarde. Se la había tragado.
Las hadas lo soltaron, y él se arrodilló en el suelo y empezó a ponerse pálido. Parecía que se ahogaba y Melissa supo que su vida se escapaba por momentos. Hasta que lanzó el último aliento y se derrumbó en el suelo.
Las seis hadas agitaron la mano hacia Melissa, que lo interpretó como una despedida y se la devolvió. Luego, empezaron a volar hacia el cielo y desaparecieron ante la atónita mirada de la joven paralizada en el árbol. Pasaron varios minutos hasta que decidió saltar al suelo. Se quedó pensativa, observando el cadáver del hombre.
Y se le volvió a ocurrir otra alocada idea.
Se agachó a su lado y le quitó la aljaba de la espalda para ponérsela ella. Aquello le producía cierta asquerosidad, pero un repentino instinto de supervivencia se había apoderado de su ser. Luego le quitó el arco. Lo cierto es que le había llamado la atención. Era de madera, con adornos que simulaban cisnes y peces. Demasiado bonito para ser un arma.
Los cascos de un caballo llamaron su atención, y su corazón —que ya había vuelto a la normalidad— volvió a palpitar demasiado deprisa. No se lo pensó dos veces y salió corriendo hacia el lado contrario de donde provenía el sonido. Sabía que ya estaba muy cerca, por lo que se tiró en plancha tras un arbusto. Se puso otra vez en posición de soldado y buscó un hueco por donde poder espiar al intruso que la había sorprendido en plena tarea.
Lo primero que divisó fue un caballo marrón muy oscuro; casi negro. El jinete era un hombre cual armadura negra le cubría todo el cuerpo, a excepción de los ojos, verdes y penetrantes. Se detuvo ante el cadáver y estuvo allí unos segundos. Luego, bajó al suelo agarró al soldado y lo acarreó al caballo, para luego alejarse, él, el caballo y el muerto.
Dejó un huella tras de sí: un silencio anormal, una brisa gélida y una extraña sensación en el ambiente. Melissa no quiso moverse ni un centímetro, temerosa de que aquel misterioso hombre aún estuviera cerca. Y así pasó quince minutos, quieta. Al final, suspiró aliviada y se dispuso a levantarse.
Casi te descubre, ¿verdad?
Melissa se volvió hacia el origen de la voz, con los ojos abiertos como platos y la respiración agitada de nuevo. Su mirada se encontró con un joven de cabellos castaños y ojos color avellana; alto, corpulento y sonriendo misteriosamente.
Y además hablaba español, esa lengua que tanto le había interesado y por la que tanto se había esforzado para conseguir profesores que le enseñaran el idioma en el orfanato.

Nota de la autora: si alguien no entiende lo último, dejadme aclarároslo. Veréis, Melissa era de un orfanato de Italia, por lo que hablaba italiano. Pero para no tener que escribir en italiano todo lo que ella dice o piensa y poner la traducción al lado, pues lo he traducido ya directamente al español.

12 comentarios:

  1. Gaby (MÁS TE VALE SABER QUIÉN SOY¬¬)22 de diciembre de 2011, 13:07

    Leí hace unos días el capítulo pero se me había olvidado comentar porque tenía que pasarme por cuarentamil blogs, ¡Sorry!

    Me encantan los chicos de ojos verdes, así que creo que me llevaré bien con este (si es rubio aún más XDD, Wiiiii, como Gales<33)

    Creo que estoy como Melissa en estos momentos...POKER FACE XDD Las hadas todas delicadas, preciosas....psicópatas perdidas JAJAJAJAJAJJAJA ¡Mola!

    Sigue así amor!:D
    Eres la mejor!:)

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  2. No importa mujer, si yo también estoy muy liada estos últimos días :) Menos mal que el instituto ya se ha terminado del todo.

    ¿Ojos verdes? ¿¿¿¿¿¿??????

    Muahahahha! Me encantan los seres psicópatas :DD

    Aaah Te adoro, amorrr!!!
    Tú si que eres la mejor, con tantos buenorros en tu historia xDD

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  3. ¡Hola!

    Me ha parecido que tu historia engancha y se desmarca de otras novelas de fantasía que hay por la web por el sentido del humor y la sencillez con la que está redactada. Te sigo!!
    Saludos!!

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  4. Me encantaa!!!! En serio y me reí mucho cuando se puso a hablar con el pez y también cuando se puso a hablar con el hombre que al final murió.
    Las hadas muy monas intentando ayudarla. Y el chico que apareció a su lado me dio un susto hasta a mí :P Sigo leyendo que me tienes muy enganchada.
    Bss

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  5. HELLOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
    Soy Sarah! xD Bueno me encantaaaa *____________*
    Aunque las hadas psicopatas me dieron miedo... (Ale, otro trauma causado por otra escritora T.T)
    Bueno, intentare leer más y cuando te alcance te hare un comentario digno (acostumbrate a mis comentarios testamentos xD)
    PD: Intentare comentarte por que capitulo voy cuando acabe okis? ^^
    PD2: El chico de ojos castaños Mmm ¬¬ Me huele mal, el de los ojos verdes *____________* IDHWIHSNDU Me fascina los chicos morenos con ojos verdes ^^ OWIHYDIWDX SON TAN DOEJFIJEFNEK (espero que lo hayas entendido xD)
    Y Melissa me cae bien (es raro, ninguna protagonista chica me cae bien exepto Scarlett y esta xD Enserio y más si es castaña e.e Las odio a muerte xDD)
    PD3: Seguire leyendo ^^

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    1. Omg... Vaaaale... xDD Bueno, bueno, ya irás viendo. Sobre la prota... Hay una persona a la que le cae mal xDD Ya juzgaras a medida que la vayas conociendo :S

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  6. Hola! yo de nuevo >.< Me ha encantado el capítulo *-* oooins que monas las hadas (aunque un poco perversas no? xD) quiero saber quien era el hombre del arco que ha muerto ò.ó era un poco extraño...
    Me da la sensación de que el chico castaño de ojos avellana va a dar que hablar jurjurjur
    Voy a seguir leyendo. Besitos.

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  7. al fin he tenido algo de tiempo para ponerme a leer algunas historias que tenía pendientes, la tuya entre ellas.........y que decir..........me ha ENCANTADO !!!!! voy a seguir leyendo que quiero saber quien ese chico ^^
    un beso ;)

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  8. me está gustando mucho la historia!!! sabes hablar italiano?? que guay!!a mi me gustaría aprenderlo.
    Adoro las hadas, sean como sea :)

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  9. Repito que las descripciones son increíbles. Qué mundo... yo quiero un arbusto con formas, la verdad. Y lo del pez, ¡dios mío! Menos mal que Melissa es ágil y valiente, porque yo no podría haber escapado.
    No sabría si agradecerle a las hadas o temerles por lo maliciosas. Digo, porque aunque hayan salvado a Melissa, eso no quita que sean crueles...
    Menos mal que el caballero no la encontró, sino...
    Me pregunto quién será ahora este personaje...
    Está de lo más interesante la historia, realmente.

    Por hoy la dejo acá, porque me tengo que ir a estudiar. Pero mañana la sigo leyendo, de seguro :).
    ¿Te podría pedir que te pases por mi novela? Si querés, nomás:
    http://dentrodeuncorazon.blogspot.com.ar/
    No es tan brillante como la tuya xD, pero es una historia a la que le puse esfuerzo y cariño.

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  10. OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLO.
    JOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, ES MUUUUUUUUUUUUY GENIAL, ME HE ENAAAAAAAAAMOOOOOOOOORAAAAAAAAAAAAAAADO LOCAMENTE DE MELISSA, ASÍ, COMO DATO :)
    Tienes buen punto para la escritura, escribes bastante bien, en serio. Y, las descripciones, las tramas, todo... PEEEEEEEEEERFEEEEEECTOOOOOOO.
    Jo, me he enamorado.
    Pues voy a seguir leyendo, ¿te parece? :33
    Por cierto, ¿puedes pasarte por mi blog? http://sagaloskrextal.blogspot.com.es/ ¡Gracias si lo has hecho! :)
    Un beso.





    Raúl.

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  11. Ooh, tenía pendiente tu historia y justito hoy he comenzado a leerla *-* ¡Tienes muuucho talento! Me ha encantado la trama, y con el primer capítulo ya me he enganchado, Jaja! Debo decir que me he quedado curiosa con el chico de los ojos verdes, *-* y el de los ojos marrones también, claro, pero el de ojos verdes :A:

    Besos!

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Muchísimas gracias por tu comentario :)