Miembros de la Séptima Estrella

miércoles, 29 de febrero de 2012

[L1] Capítulo 11: La despedida

Es un pelín más largo de lo normal, pero es para compensar el retraso.




Los elfos avanzaban lentamente guiados por el Jefe de Falesia y portando con ellos una camilla donde descansaba el cuerpo sin vida de Clarysse. Melissa iba la última, mirando al suelo y perdida en sus pensamientos. Alguien se le acercó, lo que provocó que alzara rápidamente la cabeza.
Era Valenanen, el elfo de pelo azul que tanta manía le había cogido.
Yo de ti iría recogiendo las cosas para marcharme –dijo secamente, sin mirarla siquiera.
Melissa quiso contestarle varias cosas, pero decidió que callarse era lo mejor, pues sabía que aquel no era el mejor momento y que tenía toda la razón del mundo. Dada la situación, no era una buena idea que una humana desconocida estuviera pululando por Falesia siendo la principal sospechosa de la muerte de una elfa.
Con un suspiro resignado, se alejó de la acumulación de elfos para meterse en la cabaña donde había pasado la noche. Una vez dentro, se dirigió directamente al rincón en el que había tirado su bandolera y su odiado corsé azul. Se arrodilló para aferrar el asa de la bandolera, pero algo le impidió levantarse. Pasó unos segundos quieta en el suelo, hasta que ni siquiera sentada pudo soportar el peso de su cuerpo y tuvo que apoyar la espalda en la pared de tela. Hacía dos noches que apenas dormía, y para ayudar, aún no tenía la certeza de saber dónde estaba.
Otro mundo, Melissa –se dijo en voz alta–. Estás en Anielle. Otro mundo.
Aquellas palabras le sonaron tan raras, que se extrañó de haberlas pronunciado ella misma. Había intentado demasiadas veces aclararse la mente, pero la presión le podía. Cuando estaba huyendo del orfanato, no pensaba que fuera a presenciar una muerte en vivo y en directo. Era algo tan... irreal. Le costaba creer que la vida de alguien dejara de existir tan fácilmente. Descubrió entonces la inocencia con la que se había criado.
Los párpados le empezaron a pesar y sus ojos se le cerraron lentamente. Apoyó la cabeza y dejó que los pensamientos la invadieran.
Cuando un ligero roce acompañado por un leve gemido la despertó de su ensimismamiento. Tensando todos sus músculos y aferrando más fuerte su bandolera, buscó con la mirada aquello que la había sorprendido, y se topó con una pequeña bola peluda y negra de ojos color zafiro tremendamente familiares. Las orejas y la forma de su cola delataba que pertenecía a la misma raza que Seisha. Cosa que aún le extrañó más. Si tan escasa era esa raza, ¿por qué había una cría en la cabaña?
Solamente había una explicación.


«Huele a... muerte», pensó Syna mientras olfateaba el ambiente.
Se había escondido tras un grueso tronco y observaba su alrededor. En las partes superiores de los árboles había cabañas y puentes colgantes que comunicaban estas entre sí. Un grupo de elfos avanzaban coordinados, haciendo que parecieran una sola mancha todos juntos. Gracias a los escasos huecos que se formaban y a la agudizada vista de Syna, la joven logró ver a una niña tumbada sobre una camilla. De ella no emanaba ningún tipo de energía, por lo que enseguida supo a qué se debía ese irritante olor.
Sus ojos se pasearon por todas las cabezas, buscando a esa persona. Pero lamentablemente, no la encontró. Allí no estaba.
Súbitamente, su mirada se detuvo en el Jefe de Falesia, esa figura envuelta en una capa gris. En un auto reflejo, aferró con más fuerza el mango de su afilada espada.
«Pero ese... –pensó frunciendo el ceño–. ¿Ese no es...?».
Un horripilante sonido la alejó de cualquier pensamiento razonable. Era muy grave y se asemejaba a cincuenta rocas rodando por un precipicio. Miró hacia arriba. En la copa del árbol más alto había un elfo bufando por la boquilla de un alargado objeto terminado en una abertura de campana.
Era un aviso. ¿De qué? Solo le hizo falta desviar la mirada hacia la entrada de Falesia para descubrir que el fuego ya se les había echado encima.


Crad corría delante de Elybel, quien se había quedado algo arrezagada –cosa no muy común en ella–. El chico iba directo al centro de Falesia, donde los demás elfos comenzaban a ponerse extremadamente nerviosos. Ellos no habían percibido el peligro dado que estaban demasiado ocupados con el recién asesinato.
De repente, Elybel se estrelló contra la espalda de Crad, que se había detenido sin previo aviso. Iba a quejarse cuando descubrió a Melissa saliendo de una cabaña con un animal en brazos.
Un animal con los mismos ojos que Seisha y demasiado parecido a ella, mas que este tenía el pelo negro y no color crema. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su compañera animal ya no estaba allí.
Melissa –murmuró Crad. Su voz sonaba taponada para Elybel, dado que esta estaba tras su espalda–. ¿Dónde has encontrado a ese beinchog?
Entró solo en la cabaña –respondió Melissa algo pálida. Eso, las enormes ojeras que tenía bajo sus ojos y la venda en la mano izquierda, le hacía aparentar un aspecto lamentable.
¿Pero de dónde salió?
Cradwerajan –llamó entonces Elybel, tirándole de la tela de su camisa–. Creo que tenemos la respuesta aquí mismo.
El joven se volvió, y su cara adoptó una expresión de asombro insuperable.
Cuatro cachorros se ocultaban tras una imponente y materna Seisha. Y unos metros más atrás, escondido tras unos arbustos, otro beinchog oscuro, más viejo y mal cuidado.
¿Cómo...? –pronunció Elybel, sin salir de su asombro.
¡SE QUEMA, SE QUEMA! –gritó una voz, alertando a todos–. ¡FALESIA SE QUEMA!
Sin pensárselo dos veces, Crad echó a correr, y Elybel volvió a quedarse atrás, quieta junto a Seisha, los demás cachorros y el supuesto padre.
La mano del joven enseguida aferró el brazo de Melissa, llevándosela por delante. La muchacha lanzó un quejido y apretó al animal que llevaba en brazos contra su pecho más fuertemente.
¡Crad! –gritaba apoyando todo su peso hacia atrás para evitar que el joven pudiera arrastrarla–. ¡Espera! ¡¿Y Elybel qué?!
Ambos volvieron la cabeza hacia la elfa. Esta caminaba lentamente hacia Seisha y sus cachorros, mostrando la palma de la mano delante.
¡¡Elybel!! –chillaron Crad y Melissa al unísono.
La nombrada desvió su mirada hacia ellos. En su rostro podía leerse confusión y emoción entremezcladas.
Pero no había tiempo para sentimientos. El fuego no esperaba.
¡Corred vosotros! –contestó Elybel sin dudarlo–. ¡Enseguida os alcanzo!
Pero... ¡No! –decía Melissa, llevando la contraria.
¡Vamos! –ordenó Crad, tirando con demasiada fuerza de la muñeca de Melissa–. ¡Ella sabe cuidarse sola!
¿Y los demás cachorros? ¡Me estoy llevando uno! ¡Estoy robándoselo a sus padres!
¡Luego te lo explico! ¡Ahora no hay tiempo!
Melissa decidió que tenía razón y corrió con él. Pero no avanzó ni tres pasos cuando entrevió algo que le llamó la atención. Sus ojos se abrieron inmensamente al descubrir una camilla en el centro de Falesia, con Clarysse encima de ella. Completamente sola.
No, no, no, no, no, no... –empezó a susurrar–. ¡CLARYSSE!
¿Quieres quemarte viva o qué? –preguntó Crad al borde de los nervios–. ¡AVANZA DE UNA MALDITA VEZ!
¡Pero Clarysse está...!
No le dio tiempo a terminar la frase. Crad la cogió al vuelo por la cintura y se la llevó en brazos. Melissa enseguida se puso a chillar como una histérica, golpeándole con el puño derecho, mientras que sujetaba al cachorro de beinchog con la mano izquierda vendada.
De súbito, el olor a humo le hizo callarse. Giró la cabeza y se encontró que las ramas de los árboles más cercanos a la entada comenzaban a arder rápidamente.
Mio dio* (*Dios mío en italiano)... –fue lo único que pudo decir.
Las lágrimas amenazaban en aflorar al exterior, y el escozor de las cenizas favorecía mucho aquel hecho. Todo estaba ocurriendo demasiado deprisa.


Estaba allí mismo. Podía observarla con claridad. Sin pensárselo dos veces, dejó abandonado a su corcel negro, que se perdió entre los árboles alertado por el fuego, y corrió hasta los dos jóvenes.
Un par de metros más, y la joven de ojos dorados habría conseguido su misión.
Desenvainó su espada con elegancia y la blandió ante el joven de cabellos castaños. No tenía intención de matarlo, ella solo quería que soltara a la joven para poder llevársela consigo.
El filo de metal relució en el aire, y por unos segundos, sus ojos se encontraron con los del joven. En ese escaso tiempo pudo leer en su alma confusión, nerviosismo, sorpresa y un inesperado temor hacia ella.
Siempre aterrorizaba a todos. Lo sabía, pero ya se había llegado a acostumbrar.


Elybel observó cómo los cachorros huían junto a sus padres. Le preocupaban, pero tenía la certeza de que se salvarían. Aquella raza era muy resistente con las catástrofes naturales. Sonrió al ver que Seisha le dirigía una última mirada como despedida. No la detuvo, no le gritó, no hizo nada. Porque ese animal nunca le había pertenecido. Si había estado con ella había sido porque quería, y no por obligación. Así funcionaba esa raza.
Elybel –llamó una voz.
La elfa se dio la vuelta, topándose con el Jefe de Falesia ataviado con su típica capa grisácea.
Pero... Jefe... –titubeó. Había supuesto que era la última que quedaba allí.
El Jefe de Falesia ignoró la sorpresa de Elybel. Ante los agrandados ojos de la elfa, alzó las manos, dejándolas al descubierto. Las dirigió hasta su cabeza con cierto énfasis, y, con un sutil movimiento, tiró su capucha hacia atrás. Respiró profundamente y observó la expresión de Elybel, quien a penas podía mantenerse en pie.
Sonrió de lado y habló.


Cuatro pasos. Cuatro pasos le habían faltado para llegar a plantarse justo delante de los dos jóvenes. Pero un par de alterados elfos se habían interpuesto en su camino y casi la habían arrastrado junto a ellos. Cuando al fin había recobrado el equilibro, ninguno de los dos muchachos se encontraba allí. Los buscó a su alrededor y encontró al joven corriendo como alma que lleva el diablo hacia la misma dirección que todos.
Lanzó maldiciones por lo bajo y un grito de frustración al viento para finalizar. Luego, también ella comenzó a correr, más nerviosa de lo que debería estarlo.
Se abalanzó contra los elfos, dando codazos a diestro y siniestro, empujando, y de vez en cuando lanzando algún que otro golpe en alguna que otra costilla con el pomo de su espada.
¡El Jefe! ¡El Jefe! –gritaban varios elfos en su idioma.
Syna maldijo a ese Jefe en sus pensamientos, ya que los elfos comenzaron a alterarse aún más y a asfixiarla entre sus vientres y espaldas. Era alta, pero aquellos elfos aún lo eran más. Fue entonces cuando un atisbo de esperanza arremetió contra ella, y logró ver a través de un pequeño hueco, a los dos jóvenes. La chica llevaba un cachorro entre sus manos. Eso era nuevo.
Alargó el brazo instintivamente. Frustrada, descubrió que no podía rozarla por culpa de unos escasos centímetros. Se estiró todo lo que pudo, pero todos la oprimían, por lo que le era difícil moverse, y toda una misión imposible lograr respirar.
¡Ahí está!
Syna sintió que el aire volvía a llenar sus pulmones, pero también descubrió que la joven se alejaba de su alcance. Los elfos habían formado un pasillo con la intención de dejar pasar al Jefe de Falesia, pero con la mala suerte de que este las separaba a ambas. Maldición.
El Jefe caminó tranquilamente a lo largo del pasillo, arrastrando el borde de su capa gris sobre la hierba. Syna frunció el ceño en cuanto este pasó, y lo observó con curiosidad por encima del hombro de un elfo que estaba delante suyo. De súbito, el Jefe se detuvo, y un tenso silencio se formó a su alrededor, solamente roto por el crepitar de las chispas que se acercaban.
¿A qué demonios espera? –oyó que la joven le susurraba al chico de ojos color avellana. Se había bajado de sus brazos, posiblemente a puñetazos y patadas.
Melissa, cállate –le ordenó él.
Syna se quedó mirándolos un momento. Así que su nombre era Melissa...
Todos los niños y mujeres primero. Venga, no hay tiempo que perder –saltó el Jefe de repente, hablando en el idioma de los rebeldes.
Pero, ¿y las casas? ¿Y los árboles? ¿Y Falesia? –comenzaron a espantarse los demás elfos.
¿Y Elybel? ¿Dónde está Elybel? –preguntó entonces Melissa.
Las nerviosas exclamaciones de los elfos ocultaron la voz de Melissa. Las mujeres elfas ya se dirigían hacia el muro, siguiendo al Jefe que avanzaba en cabeza.
Syna se quedó pensativa, mirando de un lado a otro. Por primera vez, no sabía qué hacer. Si se iba con los demás elfos por aquel estrecho hueco que sobresalía del gran muro, estos descubrirían que no era una de ellos, y podrían declararla principal sospechosa de provocar el fuego o cualquier otra cosa. Por eso mismo, tenía que huir dirigiéndose hacia otro lado.
Pero luego estaba esa Melissa. Debía protegerla, quedarse con ella para asegurarse de que sobrevivía y luego llevársela consigo. Era su misión...
Descubrió que apenas las separaban unos tres o cuatro metros, y que si la muchacha volviera la cabeza hacia la izquierda, se encontrarían cara a cara. Pero, en cambio, Syna no podía hacer nada, porque, aunque la cogiera, no podría cargarla y escalar todo el muro de piedra sola.
Fue entonces cuando, inesperadamente, sus ojos se posaron en los del joven que la acompañaba. Él no la estaba mirando fijamente, pero se encontraba ligeramente inclinado hacia su posición, observando algo más allá de ella. Syna vio en él valentía, determinación, seguridad, fuerza...
Sí. Melissa sobreviviría con él.
Con un movimiento veloz y silencioso, se alejó de todos y comenzó a escalar el muro de piedra desde una perspectiva que los demás no pudieran verla, semioculta en las ramas que colgaban de los árboles.


Todos pasaban con rapidez ante su mirada. Melissa se encontraba completamente en blanco y clavada en el suelo, sintiéndose incapaz de moverse. Pero entonces, algo la empujó por la espalda, provocando que el equilibrio le fallara y tuviera que apoyar un pie delante rápidamente. Giró su cuerpo completamente a la velocidad del rayo. En efecto, se trataba de Crad.
Corre, ve –le dijo él impacientemente.
Melissa pestañeó un par de veces, anonada.
¿Cómo? Yo no pertenezco a Falesia. Los elfos tendrían que salir primero, es lo más justo –parloteó. Aunque algo en su interior le decía que las razones por las que no quería ir eran otras.
No tiene por qué –irrumpió una voz de la nada–. Ve.
Ambos jóvenes volvieron la mirada, encontrándose con el Jefe de Falesia.
Pero usted no estaba... allá arriba... –balbuceó Crad.
Estaba –enfatizo el Jefe. Estuvo un par de segundos en silencio–. He dicho que todos los niños y mujeres suban primero. Así que venga.
Dicho esto, corrió hasta el muro, y de un salto, se colocó delante de la fila. Todos se quedaron algo patidifusos al ver la elegancia y rapidez con la que el Jefe había realizado aquellos movimientos.
De nuevo, Crad empujó a Melissa.
Va, ve, corre –apremió Crad.
Pero, ¿y Clarysse? ¿Y los animales? ¿Y Elybel? ¿Y tú?–siguió insistiendo Melissa.
¡Que subas de una maldita vez! –le gritó el chico inesperadamente.
Melissa se lo quedó mirando, interrogante. Aún no había visto a Crad tan enfurecido, por lo que se quedó a cuadros unos segundos.
Por favor, vete. Aquí todo estará bien, te lo aseguro –murmuró Crad bajando el tono de su voz.
Su expresión parecía sincera, opinó Melissa. Pero el hecho de perderle le dolía. Él era el único con el que tenía más confianza, el único que la había podido soportar en el camino sin terminar de perder completamente la paciencia. Él era lo más parecido a un amigo que había tenido nunca.
Pero... –susurró débilmente.
Crad señaló al muro de piedra.
Vete y luego ya hablaremos, que tenemos un asunto pendiente tú y yo –le dijo, lanzándole una mirada que decía «te voy ha echar la bronca del siglo».
Melissa entrecerró los ojos con desconfianza, pero su vista se desvió hacia el interior de Falesia. Vio cómo el fuego avanzaba cada vez más rápido, sin piedad. No sabía por qué no los había alcanzado ya. Posteriormente, alargó el brazo y aferró la camisa de Crad.
Prométeme que no harás locuras de las tuyas. Sálvate el pellejo como sea –le dijo seriamente.
Eso te lo tendría que decir yo a ti, ¿no crees?
Melissa lo fulminó con la mirada.
Vale, vale. Te lo prometo, te lo prometo –contestó alzando las palmas de las manos.
Bien.
Vaciló un poco al separarse de él. Aún no estaba del todo segura de lo que debería hacer. ¿Quedarse allí? Crad no se lo permitía. ¿Huir? No le parecía justo, dejando a su compañero de viaje allí abajo.
Sin darse cuenta, se vio subiendo por el muro de piedra junto a mujeres elfas y niños elfos. Sus ojos buscaron los de Crad. Mientras subió, y hasta que las ramas de un árbol ocultaron su campo de visión, ambos se observaron fijamente, hablándose con la mirada.
A pesar de todo, Melissa no se encontraba tranquila.

4 comentarios:

  1. DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
    Como me he desesperado con este capítulo.
    Pobre Crad...él insistiendo y la otra:
    -Pero, pero, pero...

    ¡Ni pero ni nada, niña! ¡ESTÁ ARDIENDO EL MALDITO BOSQUE! ¡CORRE Y DEJA DE HABLAR! D:

    (Notita: Una cosa me pareció poco realista, cuando Melissa se pone a pensar que es una humana y los elfos deberían ir primero. Osea, se está incendiando todo y ella se pone a pensar en clases y razas? Lo más lógico sería que corriera como una loca hacia la salida XDD)

    SYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYNAAAAAAAAAAAAAA
    Dios, dios, dios. Ahhhh como se nota que le gustó Crad *___* "Veo en el determinación etc, etc" OMG Veo futuro a esa pareja, sí sí sí!:D

    Elybel me cae muy bien, me gustaría que ella se quedara con el cachorro que tiene Melissa en brazos, siento que le pega ^_^

    VIVA SYNA :D
    Debería salir más ¬¬

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    1. JAJAJAJAJAJAJA XDD La pobre pensaba demasiado en los demás... xDD Omg, veo que tú sigues con lo de Syna y Crad, eh... Sobre lo de el cachorro y Elybel... Es que a Elybel le espera otro destino...

      xDD ¡Te prometo que habrá al menos un capítulo explicado completamente por ella!

      Por cierto, adelanto tu aparición, que esto se alarga ¬¬

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  2. MN KJSANFkwenfkjwnh :o DIOSSSSSSSSSS ¿que ha hecho el jefe con Eybel? ¡QUE LA HA HECHO? ¬¬ NO me cae bien ese hombre me da mal espina ¿y porque nunca se ve su cara ? ¡que pasa que es un feto ? aprende a vivir con eso merluzo ¬¬
    :O :O me ha desesperado un poco melissa que yo la quiero mucho pero es que no movía su culo pero al fin lo hizo y al fin admitió que siente aprecio hacia crad (aunque sea solo de amistad ¬¬ de momento espero ) y el cachorro que monoso dios *_* quiero ver como Crad se enfada lo QUIERO ver y como la hecha la bronca. AINS ME TIENES INTRIGADA VOY A SEGUIR LEYENDO

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  3. ¡¡¡¡MELISSAAAAAAAAAAAA MUÉVETE Y SÁLVATE, RUUUUUUUUUUN!!!! D:
    Tía, yo que me he desesperado xD
    +Muévete y corre por tu vida.
    -NOOOO, ¿y Elybel, Clarisse...? ¿Los cachorros? D:
    +¡QUÉ SUBAS EL MALDITO MURO! O-O Total nos veremos, tenemos que hablar luego.-te echaré la bronca del siglo.
    JAJAJJAJAAJAAJAJJAJ ¡Amo a Cradie! (ya te he dicho que le pondría apodo e.e)<>

    Acuchicuchicú♥ esos cachorritos guaarrffff<3<3<3 Yo tengo un amor por los zorritos... es que son tan relindos askldnjkgbijgikbeugin♥ A ver si luego te hago un dibujo fanart de el cachorrín n_n

    Quizá me tome todos por loca, pero me encantaría un SynaXCrad jajajajjajajaj Es que le vio valentía, fuerza... afibgbnjuhnintgjbng. Me gusta la idea de la pareja, sisi ♥
    Quiero saber por qué Syna busca a Melissaaaaaa D: Mmmmh... para mí debe ser porque ya, ella es como... como digamos, que no sé como interpretarlo, la 'Elegida' Jjajajaajaajjajaja y Syna sería como Fredrik, que la busca a Melissa (no hablo de plagio ni nada ehh! jajajajajaja)

    Clarysse... no sé porqué me encanta tanto ese personaje TuT Ojalá su espíritu los persiga a Bowar y a Senlya por las noches T_T Aunque como ya te dije en el capi anterior, Bowar tiene algo en su carácter que me gusta... o.o

    ¡Me ha encantado el capítulo, Ana, un besazo! n.n

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Muchísimas gracias por tu comentario :)